A lo largo de la historia, cada avance tecnológico ha despertado críticas y miedos. Sócrates, por ejemplo, rechazaba la escritura porque, según él, volvería perezosa la memoria humana. Siglos después, Cicerón insistía en que confiar demasiado en los textos debilitaba la mente.
Con la invención de la imprenta, muchos temieron una “sobrecarga de información” que confundiera al pueblo, mientras la Iglesia llegó a prohibir incluso la lectura de la Biblia en lenguas vernáculas. En el siglo XIX, fueron las revistas las acusadas de arruinar la concentración de los niños, y en los años 30, la radio era vista como enemiga de los deberes escolares.
Hoy, esos mismos argumentos se repiten con Internet, las redes sociales y la inteligencia artificial. La historia demuestra que cada novedad tecnológica primero genera miedo… y después se convierte en parte natural de nuestra vida.